Hace una década, tuve el privilegio de estar al lado de mi querida abuela. Tenía 85 años y había luchado contra la presión arterial alta durante 18 años. Cada mes, hacíamos el viaje al hospital juntos, para que ella pudiera controlar su presión arterial.
Un día, decidí sorprenderla con un tensiómetro digital. Le mostré cómo usarlo, y sus ojos brillaron con curiosidad y gratitud. Estaba encantada con su conveniencia, dándose cuenta de que ya no tenía que soportar el dolor de las frecuentes visitas al hospital.
Mientras me miraba con ojos llenos de amor, me abrazó fuertemente en sus brazos. En ese abrazo, sentí una abrumadora sensación de felicidad, al darme cuenta de que el simple hecho de mostrarle cómo usar el monitor había marcado una tremenda diferencia en su vida.
En ese momento, entendí el poder de la compasión y cómo incluso los gestos más pequeños pueden tener un profundo impacto en las personas que nos importan. Me di cuenta de que lo que estaba haciendo por mi abuela iba más allá de simplemente ayudarla a controlar su presión arterial, era una profunda expresión de amor y apoyo.
--- Del fundador, Alison Zhu